Las esperanzas que se han  generado con el advenimiento de Mohamed VI han dado paso al desencanto ante la falta de cambios. Un ex ministro alerta que el consenso monárquico se encuentra en peligro a medio plazo.“Reafirmo que el régimen que Nosotros (los marroquíes) queremos es una monarquía ciudadana, una monarquía activa no cantonada en un concepto reductor, ni en cuanto a sus prerrogativas ejecutivas, ni legislativas o judiciales”, señalaba Mohamed VI en un discurso que dirigió a la nación. “Así es la monarquía auténtica que hemos elegido, en el marco del respeto de su cuádrupla legitimidad, a saber, religiosa, histórica, constitucional y democrática”, concluía el soberano Alauí.La satisfacción con la que los medios marroquíes acogieron las palabras del rey contrastaba con la opinión de los observadores occidentales para quienes la alocución de Mohamed VI era una declaración de intenciones, en toda regla, de no ceder un ápice de su poder e incluso, si cabe, de reforzarlo.“La tan manida retórica de la transición democrática en Marruecos choca frontalmente contra lo dicho por el rey”, apunta el investigador marroquí de la Universidad de Tel Aviv, Samir Ben-Layashi.Las bondades presentadas en la alocución real confrontaban la actitud de Mohamed VI durante la multitudinaria recepción oficial ofrecida en el palacio tangerino de Marchane. “Tras saludar amablemente al público allí reunido, pudimos ver a un rey con algunos kilos de más y serio en extremo, molesto incluso”, indica un próximo al círculo real presente en la gala. “Sintomático fue el momento en que retiró de malos modos la mano que pretendían besar el general Benslimane y el general Bennani (los dos militares de más alto grado del ejército marroquí), quizás como muestra de su descontento para con estos”, continúa este anónimo confidente. “No son todo bondades en el reino Alauí y este hecho (el desaire a los generales) demuestra que los últimos casos de corrupción, así como las filtraciones a la prensa de documentos secretos de defensa en la lucha contra el terrorismo islamista, no han pasado desapercibidos a ojos el monarca”, concluye.“Si bien es cierto que todavía queda mucho por hacer, no podemos dejar de señalar que muchas reformas han sido emprendidas y que, aunque todavía no se sienten plenamente sus efectos, pronto empezaremos a ver sus resultados”, indica el politólogo Abdellatif Agenouche. Para este ferviente defensor de las bondades del reinado de Mohamed VI, “la democracia absoluta no existe en ninguna parte, ni tan siquiera en sus tan idealizados países europeos”. Según Agenouche, “nadie puede negar que este monarca se encuentra en las antípodas de su difunto padre (Hassan II) y que durante su reinado se ha acelerado sobremanera el proceso de democratización del país”. Así las cosas, a Agenouche no le duelen prendas al aseverar que “no cabe duda que la monarquía goza de muy buena salud en Marruecos”.De opinión contrapuesta es el ex ministro y también politólogo Abdellah Saaf. Para éste, “si a corto plazo no se empiezan a sentir realmente los efectos de las políticas estructurantes desatadas durante estos últimos años durante el reinado de Mohamed VI, la gente empezará a cuestionarse muchas cosas y quizás el consenso actualmente existente en torno a la institución monárquica se vea deteriorado”.“El espejismo se ha desvanecido”, concluyen, circunspectos, Abdelhak y Khalid, veteranos militantes de la izquierda marroquí. Casi una década después de su llegada al trono, “no cabe duda que el advenimiento de un nuevo soberano nos hizo creer en su momento que otro Marruecos era posible, que una etapa negra había visto su fin y que la democracia, así como el tan anhelado desarrollo económico y social, estaban más próximos que nunca”, apunta Khalid, “inquilino” durante varios años des las cárceles de Hassan II.“Todo era un espejismo y el optimismo ha dado paso a la incertidumbre, a la inquietud, a la desazón ante la tardanza de unos cambios que no acaban de llegar”, concluye, desesperanzado, Abdelhak.
 
17/7/08
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